No os resultará nada nuevo si os digo que los adultos vivimos inmersos en una vida apretada, una vida en la que cada minuto cuenta más que el otro y en la que cada día corremos para no tener que dejar tareas pendientes, aunque a veces sea difícil conseguirlo. Correr, correr y correr, desde la mañana a la noche, se ha convertido en algo habitual y lo asumimos ya como algo inherente al ser humano, así sin más.
Pero lo peor de todo esto, es que a veces este problema de vivir a un ritmo tan frenético puede acabar afectando a los más pequeños, que terminan pagando nuestras prisas y estrés. Esta actitud de los padres tiene un gran efecto psicológico en los niños y niñas, ya que el adulto siempre es modelo para ellos. Si vamos con prisas y agobios en todo momento, seguro que les transmitimos este nerviosismo, que se además se agrava al no poder seguir nuestro ritmo por sus propias características.
¿Nos paramos, por tanto, a pensar si estamos creando ansiedad en los niños? ¿Adecuamos las actividades que tienen que realizar a su ritmo biológico o al contrario? ¿Somos conscientes los adultos del tiempo real que necesitan los pequeños para realizar sus actividades, o los obligamos a seguir nuestro ritmo? En mi opinión, creo que habría que parar a veces y pasar más tiempo con nuestros pequeños, pero un tiempo más relajado, en el que realmente disfrutemos de estar juntos y apreciemos las cosas sencillas y bonitas que tiene la vida, con calma, deleitándonos en lo que nos rodea.
Todo esta reflexión sobre la estresada vida a la que sometemos a los niños y niñas me ha surgido a raíz de la lectura de un álbum titulado "Espera", de la autora Antoinette Portis, editado por Plataforma editorail, en su sello Patio. Un libro con muy poco texto, donde los detalles de la historia nos los dejan ver las ilustraciones.
La historia podría ser la de cualquier niño de hoy, que su madre lleva a toda prisa hacia algún lugar, ¿quizás al colegio, o a lo mejor de vuelta a casa tras el mismo? Eso no lo sabemos, pero lo que sí nos queda claro es que la mamá tiene mucha prisa. Constantemente tira del niño gritando "¡Rápido!", a lo que él contesta "Espera". Y en esa última palabra está escondida la realidad de la vida cotidiana que se dejan ver en cada doble paǵina, los miles de hermosos detalles que se esconden en cada esquina, animales, personas, la vida misma que solo podremos apreciar y disfrutar si nos paramos un momento a contemplarla. Esos pequeños detalles que no apreciamos, pero que si lo hiciéramos nos podrían hacer muy feliz...
Por cierto, ¿creéis que conseguirá el niño protagonista que su mamá pare un momento para contemplar esos pequeños detalles de la vida junto a él?...
JOSÉ CARLOS.