Es indudable que nuestra forma de
actuar se muestra en el afecto que los que nos rodean nos tienen y en cómo
definitivamente nos ven. Esa forma de actuar de los otros
hacia nosotros mismos es el reflejo de lo que somos. Aunque a veces se nos olvide o no queramos o podamos verlo. Y es que en realidad ante
nosotros tenemos el espejo perfecto que
refleja lo que proyectamos. Pero, como hemos dicho, a veces
somos incapaces de apreciar ese reflejo y reconocernos, pero
esa es ya otra historia. Porque los demás nos seguirán queriendo aunque el espejo se rompa... Pero ¡cuidado!
Solo es necesario que sepamos apreciarnos frente a él y descubrir nuestra verdadera autenticidad.
Solo es necesario que sepamos apreciarnos frente a él y descubrir nuestra verdadera autenticidad.
El señor Amos tiene ante si ese
perfecto espejo a diario. Para él la cotidianidad de su trabajo en el zoo puede
resultar anodina. Por mucho trabajo que tenga, siempre tiene un ratito para jugar
al ajedrez con el elefante, limpiarle la nariz al resfriado rinoceronte, o
leerle cuentos al miedoso búho. También tenía tiempo para jugar a las carreras
con la tortuga, que siempre ganaba, e incluso se sentaba un ratito con el
pingüino que era muy tímido.
Amos McGee podrá comprobar cuál
es el resultado de su reflejo en ese espejo cuando un día todo cambia para él.
Hoy María José nos trae “Un día diferente para el señor Amos” (Editorial Océano). Una historia que es en sí misma todo un derroche de ternura, amor y amistad que nos servirá, quién sabe, para ver nuestro propio reflejo en el espejo, querernos un poquito más a nosotros mismos y también a los que nos demuestran o han demostrado alguna vez su afecto y su cariño.
Philip C. Stead y Erin E. Stead recibieron por “Un día diferente para el señor Amos” la medalla Caldecott a la mejor historia ilustrada en 2011.
Un libro indispensable para toda la familia esta Navidad.