Pero, ¿quién me manda a mi ser maestra?... Cuántas veces he escuchado esta pregunta de boca de algunas compañeras e, incluso, de mí mismo a lo largo de estos años. Cuántas veces hemos pensado que no podíamos más, que nos fallaban las fuerzas y hemos llegado incluso a pensar que no soportábamos a las veintitantas criaturas que teníamos en frente. Esos días en los que no nos queda casi un hilo de voz para pedir que dejen de alborotar...
Justo eso le ocurre a la protagonista de esta historia, una maestra que ante una clase de alborotadísimos infantes, ya no tiene fuerzas para seguir ejerciendo su profesión y daría cualquier cosa por ser vendedora, pizzería, camarera o cualquier otra cosa hoy... todo menos maestra. Y para rizar el rizo, lo que mucha gente no entiende es que después de ese fatídico día, tienes que volver a casa, tardando a veces más de una hora en llegar y la lucha continúa, haciendo mil y una tareas, preparando las clases del día siguiente y teniendo que escuchar una y otra vez: ¡es que no tienes paciencia!
Pero afortunadamente, ante este panorama siempre hay un remanso de paz, un momento mágico en el que nuestra profesión se convierte en una bendición y sentimos que tenemos el privilegio de tener en nuestras manos la enseñanza de los más pequeños, que serán los futuros ciudadanos, y entonces nuestra profesión se convierte en la mejor del mundo. Ya sea en los ojos como platos durante la lectura de un cuento, cuando te conviertes en psicólogo para escuchar los problemas de un niño en casa e intentas ayudarlo (frustrándote muchas veces por no tener la respuesta necesaria), cuando te das cuenta que si crees realmente en los niños pueden llegar a ser cualquier cosa, cuando no te importa ensuciarte las manos al hacer manualidades, cuando recibes mil y un abrazos sinceros y, sobre todo, cuando te das cuenta que aunque no lleguemos a saber nunca las respuestas, da lo mismo, lo más importante es hacerse preguntas... Entonces sí, entonces das las gracias por ser MAESTRO o MAESTRA y eres realmente feliz por haberlo elegido y, sobre todo, poder disfrutarlo.
"La maestra es un capitán" es una historia escrita por Antonio Ferrara. Como lo describen en la web de la editorial BiraBiro, es "un autor italiano que trabaja para dar voz a los débiles y a veces olvidados. Imparte cursos de escritura creativa y escritura de emociones a adultos, maestros y niños". Acompañando al texto, las divertidísimas ilustraciones de Anna Laura Cantone, que complementan a la historia con su toque humorístico, haciendo que ponernos en la piel de esta pobre maestra sea mucho más fácil.
Recomendamos esta lectura a familias y niños (preferiblemente de Primaria, por su extensión) para que entiendan las visicitudes por las que pasa una maestra en primera persona y cómo lidia con las mil y una obligaciones paralelas de la la profesión y de la vida privada. Y, por supuesto, también se la recomendamos a los maestros, porque nos ayuda a ver que esta situación no es un problema personal que solo nos ocurre a nosotros y, sobre todo, porque constantemente nos hace reflexionar sobre lo que está ocurriendo actualmente en nuestras escuelas. Y es que a lo largo de la lectura, de forma irónica, pero muy acertada, la protagonista va haciendo reflexiones que realmente nos hacemos muchos docentes actualmente, pero a las que nadie nos da respuesta: ¿cuándo llegarán por fin los refuerzos que hacen falta en los colegios? ¿por qué tenemos la sensación de que muchas veces los de "arriba" se ponen en nuestra contra, en vez de ayudarnos? ¿quién se preocupa por nosotros cuando entre nuestros alumnos hay tres chinos, una senegalesa, dos albaneses y un paquistaní que no hablan ni una palabra de nuestra lengua? ¿cómo podemos dar clase a veces con tan pocos recursos? ¿qué hacer cuándo la enseñanza de la escuela y la familia no se complementan? ¿por qué algunos padres y madres cuestionan absolutamente todo lo que el maestro hace en clase?...
Aparte de estas reflexiones, interesante y destacable también es otra de las reivindicaciones del libro: la situación laboral de la mujer actualmente, representada en esta ocasión por una maestra "puedelotodo", que tiene el doble papel de maestra y ama de casa y que, por supuesto, no recibe ayuda por parte de los demás en las tareas del hogar. Una super heroína que lamentablemente he visto reflejada en muchas compañeras que he ido conociendo a lo largo de estos años, en los centros en los que he trabajado. Claro que no ocurre solo en esta profesión, pero esa es ya una cuestión en la que tendríamos que reflexionar más detenida y profundamente...
JOSÉ CARLOS.