17 de junio de 2012

EL CUENTO DE LA HORMIGUITA QUE QUERÍA MOVER MONTAÑAS.


"- Por favor, mamá! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!
 - Vale... pero solo un cuento y en seguida a dormir ¿prometido?
 - ¡Prometido!"

¿No os ha pasado nunca que un niño os insista una y otra vez en que le cuentes un cuento y cuando cedes te dice... "¡no, ese no quiero!"? o ¿que al empezar a contar la historia el pequeño intervenga una y otra vez hasta llegar a ser él el que narre la historia?... Los niños en ocasiones son imprevisibles y cabezudos y a veces nos damos por vencidos y hacen con nosotros lo que quieren...

En realidad ésta no es la historia de una hormiga, sino la de una insistente niña que al ir a acostarse pide a su madre que le cuente un cuento. Y así comienza su mamá la historia: "Érase una vez una hormiguita que quería mover montañas...", algo que hará enfadar a la niña, ya que prefiere que le cuente la historia de un dragón muy malo, así que la pequeña irá interrumpiendo constantemente a la paciente mamá, cambiando e inventando la historia a su antojo, mostrando unas grandes dosis de narradora de cuentos fantásticos.


La sorpresa llegará al final del libro, ya que el lector decubrirá que la hormiga que la niña no quería que fuera la protagonista de su cuento, va a jugar un papel fundamental en su propia historia inventada. Y como no podía ser de otra forma, en esta historia será la madre la que al final acabe dormida y soñando...


Un álbum muy divertido, en el que el creador de la historia de esta niña y su mamá es Michael Escoffier, que se ha acompañado de Kris Di Giacomo para ilustrarla, con unos dibujos igualmente divertidos y que parecen haber salido de la mano de la propia niña del cuento.


Editado por Kókinos.


JOSÉ CARLOS.

EL PAPÁ QUE NO SABÍA CONTAR CUENTOS.


 “Este era un papá que no sabía contar cuentos a sus hijitos; 
la mamá sí, pero el papá no..."

No todos somos perfectos y ahí reside el valor de la diferencia. La vida será muy aburrida si todos fuésemos los mejores en todo ¿verdad? Cada uno de nosotros tiene sus potencialidades en las distintas facetas del ser humano: unos son buenos dibujando, otros escribiendo, algunos haciendo las dos cosas y otros muchos sin hacer bien ninguna... Como comenta Pepe Monteserín, el autor de esta historia, “de niños esperamos que nuestros seres queridos se comporten como dioses, lo esperamos especialmente de nuestros padres. Pero, por desgracia, no somos dioses. Todos somos humanos, trágicamente humanos”.

El protagonista de esta historia es una persona normal, un papá que no es ningún héroe o un ser extraordinario, un papá que hace muy bien las tareas de la casa pero que no conseguirá jamás dominar el arte de contar cuentos, la especialidad de la mamá.


Sus tres hijos se desesperan cada noche acostados en una sola camita, dos por un lado y uno por el otro, como se acuestan las sardinas en una lata, porque el papá no empezaba con el Érase una vez, no sentaba a la rana del cuento como es debido, debajo del agua, y era incapaz de acercarse al colorín colorado y mucho menos al fueron felices y comieron perdices...  Así que serán los hijos los que tomarán las riendas y tendrán que contarle el cuento a su papá, que acabará durmiéndose entre dos sillones... ¡porque dormir sí se le daba bien!.

Y de esta manera los niños fueron creciendo y cuando los pequeños ya no eran tan pequeños tomaron la determinación de ser ellos quienes serían los que llevarían todas las noches a la cama y acostarían a su papá junto a su mamá, para leerle el cuento de la rana que estaba sentada debajo del agua.


El álbum cuenta con el valor añadido de las originales ilustraciones de Miguel Tanco, que pone cuerpo, o mejor dicho alas, y cara a estos simpáticos animales, dotados de cualidades humanas.

Os animamos a descubrir, de la mano de la editorial Pintar-Pintar, a esta simpática familia y al papá que no sabía contar cuentos, porque seguro que muchos os sentiréis identificados con esta historia sobre el valor de la igualdad y de la normalidad ante la diferencia.


JOSÉ CARLOS.