12 de septiembre de 2016

TITO, MI GRAN AMIGO.


Hoy sin duda habrá sido un día muy especial para miles de niños y niñas que han asistido por primera vez la escuela y también para sus familiares, que también habrán vivido con intensa emoción la nueva entrada de los más perqueños de la casa en el colegio.

Muchas risas, y seguro que también muchos llantos, habrán inundado la entrada de todas las escuelas de Educación Infantil y Primaria, donde niños y niñas arremolinados esperarían espectantes el momento en que se abrieran sus puertas para entrar con ilusión, o al contrario, aferrarse a los adultos que los acompañaban por el temor a entrar en un sitio tan desconocido para ellos.

Ante la nueva incorporación de los niños y niñas, los maestros y maestras de Infantil solemos dar recomendaciones a las familias para que durante el verano los pequeños vayan adquiriendo una serie de hábitos indispensables para comenzar la escolarización, como por ejemplo el control de esfínteres y ciertos hábitos de autonomía, como comer solos, lavarse las manos, vestirse, etc... Entre estos consejos también está el de conseguir que el niño vaya dejando un objeto al que muchos se aferran fuertemente: el chupete.


Hablando el otro día justo de este tema con la cuentera y escritora Pilar Redondo Benítez  llegábamos a la conclusión de que el apego a este objeto, el chupete, se trataba de algo más que un capricho infantil; es algo con un gran componente emocional y puede ser un error tratar de separar de forma radical a los niños de este objeto, sino que maś bien ha de ser un proceso gradual y tratado con cierto tacto. Tenemos que ponernos en la mente de los pequeños e imaginar lo que supone para ellos dejar de poder disfrutar de un objeto al que le tienen gran cariño, que les proporciona tranquilidad y estabilidad en algunos casos. Pero claro, luego surgen las dudas al escuchar a ciertos profesionales sobre la idoneidad de retirarlo pronto por su bien, el tema de los dientes, etc.

Sea cual fuere la forma de hacerlo, creemos que lo importante es que la retirada sea progresiva y basada en un acuerdo con el niño o niña, que es el que voluntariamente debe dejarlo. Así, puede ser conveniente el uso de recursos que nos ayuden en este proceso, como se le ocurrió a la propia Pilar Redondo, que escribió un cuento que ayudara a su hija Emma. Nació así el álbum "Tito, mi gran amigo", que se convirtió en el cuento ganador del "I concurso de cuentos del árbol de los chupetes de Badajoz", una iniciativa que ya se ha repetido en varias ciudades españolas.


Hablemos ahora del libro: Se trata de un álbum ilustrado de auto-edición donde sus autoras, Pilar Redondo (texto) y Marián Bombarelli (ilustraciones), han sido las diseñadoras, editoras, maquetadoras y distribuidoras del mismo. Entre sus páginas podemos encontrar la historia de Emma y su fiel e inseparable amigo de la infancia: su chupete, al que llama Tito. Emma siente un enorme cariño por este objeto de caucho, grande, feo y orondo y con un color entre un marrón anaranjado y un amarillo viejo, viejo, viejo. Pero aunque Tito no es el más bonito de los objetos que posee, Emma le tiene un gran cariño porque este chupete siempre está allí para aliviarla, protegerla y consolarla.

El problema surge el día que Emma descubre que ha perdido a su amigo en el parque. Ella y su madre lo buscan por todas partes pero no lo encuentran, preguntan a todo el mundo, pero nadie tiene noticias suyas. Regresa a su casa muy apenada por la pérdida, su madre intenta consolarla, sin conseguirlo.  Su padre  cree que sustituyendo a su chupete por otro logrará olvidarlo, pero eso tampoco sirve.
Lo que no sabe Emma es que su chupete se va a convertir en algo que va a ayuadar a muchos niños y niñas: un gran árbol donde los pequeños podrán colgar sus propios chupetes cuando ya les han salido todos los dientes. Allí podrán dejar su bien más preciado, a buen recaudo...


"Tito, mi mejor amigo" es una tierna historia sobre la amistad, el apego y la maduración que conlleva ser capaz de romper un vínculo, aunque sea con un objeto tan pequeño, pero que puede suponer un verdadero problema en algunos casos si se hace de forma forzosa y sin tener en cuenta los deseos y pensamientos del niño.

JOSÉ CARLOS.