Aquí está el mejor fogón,
ese que los cocineros
llaman imaginación.
Cocina de las palabras,
que se comen por los ojos
sin tenedor ni cucahara...
Hace algunos días hablábamos en este blog de un original recetario, "Recetas de lluvia y azúcar", en el que las autoras nos acercaban al mundo de las emociones de una forma muy especial.
En "Sopa de sueño y otras recetas de cococina" nos encontramos de nuevo ante un manual de cocina nada convencional, en el que los ingrendientes principales de las sabrosas recetas son las propias palabras, que se mezclan con objetos de la vida cotidiana que ahora cobran vida: pinzas que devoran como peces, estornudos que son aves sin alas, abanicos que ponen huevos, botones vivos... y un sinfín de objetos surrealistas.
Cada una de las recetas, tratadas de una forma poética, nos envuelve y conmueve por su melodía, que no podemos escuchar... pero sí imaginar. Recetas que no alimentan el estómago, sino que engrandecen el espíritu y el alma.
Y las hay para todos los gustos: desde los originales entrantes, primeros y segundos platos y, por supuesto, los más apetitosos postres.
Es difícil elegir una sola, la más jugosa y sabrosa. De entrante saborearía unas ricas pinzas fritas, pero antes tendría que pescarlas y nunca se me dió bien eso de la caña. Me atrae probar los estornudos al vapor, las agujitas de reloj a la plancha o la sopa de sueño... pero ¡un momento! ¿y si que me quedo dormido varios días seguidos?... mejor no hacer la prueba. Quizás pruebe mejor entonces las chuletas de matemáticas o el guiso de lunares, que tiene también una pista estupenda. En ese caso, seguiré los consejos del autor y tendré mucho cuidado con los lunares falsos, que andan siempre cerca de la boca, como la mentira.
Pero de todas las recetas me voy a quedar con ésta, que ahora quiero compartir con todos vosotros y vosotras:
HELADO DE LÁGRIMAS:
Hay que ir guardando las lágrimas
durante todo el invierno en dos frasquitos.
En uno pondremos las lágrimas del llanto;
en otro, las de la risa.
No os fiéis de los que venden en las heladerías;
son de lágrimas falsas, importadas de Egipto,
lágrimas de cocodrilo.
Mejores son las caseras:
las de la abuela cuando cumple años,
o las de papá cuando corta cebolla.
Batir luego con azúcar
y aguardar a que cuajen
en el congelador.
El helado de lágrimas de risa
sabe a sombrilla mandarina.
El de lágrimas de llanto,
a flor de penumbra.
El texto de J.Antonio Ramírez conjuga perfectamente con las ilustraciones de Riki Blanco, y suponen un valor añadido a cada receta. El libro está editado por Kalandraka, dentro de la colección "siete leguas".
JOSÉ CARLOS.
Hola lectoñeros! genial este libro de kalandraka. Nosotros lo trabajamos en una clase de 5º de primaria y los alumnos y alumnas realizaron sus propias recetas con un resultado divertidísimo. Tiene infinidad de posibilidades para disfrutarlo.
ResponderEliminarUn saludo
sento